La Convergencia Socialista

Fue en esos años de 1980 y 1981, acicateados por una militancia aguerrida, cuando intentamos alcanzar el cielo promoviendo (a destiempo, pensamos reflexivamente ahora) la conformación de la llamada Convergencia Socialista, integrando en una sola corriente a la totalidad de las organizaciones que se postulaban partidarias del programa y la estrategia socialistas en aquellos años, a excepción del PCD*.

Participamos en aquel promisorio esfuerzo el Movimiento Por el Socialismo (MPS), el Movimiento de Unidad Socialista (MUS), el Partido Socia-lista (PS), el Núcleo Comunista de los Trabajadores (NCT) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST).

Ya narramos los esfuerzos que realizamos para que el Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD), que para nosotros era la más combativa y numerosa organización de izquierda del país, cambiara sus posiciones programáticas y se integrara a la tendencia socialista.

* El PCD era reticente a la Unidad Socialista. Venían de la tradición “exclusivista” de los PCs alineados con el Partido comunista de la Unión soviética (PCUS), aunque eran uno de los pocos partidos críticos y rebeldes ante las políticas dictadas por el centro en Moscú, principalmente a partir de 1968, con el estallido del movimiento revolucionario mundial, que desde Paris se extendió por los cinco continentes.

Su más alta dirección era recibida “en alfombra roja” en todas las capitales “socialistas” (principalmente Moscú) y es posible que dentro de su lógica pensaran que estaban llamados a hegemonizar cualquier tendencia a una unidad de tipo socialista)

Nos precipitamos y descuidamos la construcción interna

Visto retrospectivamente, resulta evidente que la alta dirección del MPS, que fue la promotora y principal impulsora de la Convergencia Socialista, cometió un acto de precipitación.

La unidad de todos los socialistas dominicanos estaba inscrita, desde su nacimiento, en la estrategia del MPS, que contaba desde el comienzo con centenares de aguerridas y aguerridos entusiastas militantes y con una sólida, coherente y bien preparada dirección política, pero en aquellos meses posteriores a nuestro acto público de proclamación, en mayo de 1980, teníamos un amplio trecho que recorrer para consolidar, primero, nuestra eficiente estructura organizativa, desplegando el amplio aparato de propaganda que habíamos acumulado, y las tácticas que definimos desde un principio,

en dirección a crear corrientes sociales entre los obreros de vanguardia, entre la juventud aguerrida, entre las mujeres (que afluyeron en gran cantidad al MPS), y entre la intelectualidad revolucionaria y marxista, que para la época era muy numerosa e influyente.

La polémica con el PTD (de la cual transcribimos algunos párrafos en líneas anteriores) se inscribía en un debate teórico que ameritaba que se profundizara en aquel año 1980-1981, tan trascendental para la definición de una tendencia socialista, en las nuevas condiciones que se habían creado con el triunfo del PRD en mayo de 1978, y para la construcción, mediante la unidad de los principales partidos marxistas, de un partido fuerte y correcto, que asumiera la inmensa tarea de crear una corriente social y política marxista en el país.

Teníamos por delante un importante camino por recorrer

Como ya expliqué, desde nuestro nacimiento, teníamos una firme vocación de trabajo con franjas obreras y populares en distintos puntos del país, principalmente en la zona industrial de Haina, en la ciudad de Barahona, donde asignamos uno de nuestros mejores dirigentes, integrado a la producción en el Ingenio Barahona, en el Ingenio Esperanza en la línea nordeste, en los combativos barrios obreros y populares de Capotillo y Simón Bolívar en la capital y en muchos otros puntos del país.

Publicábamos un combativo periódico semanal, que con una salida de 5,000 ejemplares, se distribuía en todo el país, teníamos una columna tres veces por semana en el periódico La Noticia, el más progresista de los periódicos de circulación nacional, dirigíamos un aguerrido grupo estudiantil juvenil, el Comité Estudiantil Revolucionario de Avanzada (CERA), el cual tenía su propio órgano de difusión (ARDA), y desarrollábamos múltiples eventos para debatir los principales problemas políticos y teóricos que tenían por delante la izquierda y los marxistas del país.

Asimismo, desde antes del nacimiento del MPS establecimos un estrecho vínculo con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y la Revolución Sandinista desde antes de su triunfo, en 1979, y con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), de El Salvador; así como con el (Partido de los Trabajadores Haitianos (PTH), de Haití, con un partido marxista en Panamá y con importantes contingentes de exiliados revolucionarios asentados en Perú, Argentina, Paraguay, Chile, Uruguay, en el propio México y en otros países latinoamericanos.

O sea, teníamos por delante un importante camino por recorrer en nuestro proceso de consolidación y crecimiento, en el enriquecimiento de nuestras propias tesis teóricas y en lo referente a nuestras relaciones internacionales.

Una precipitación

En este sentido, darle prioridad a la implementación de la política de Convergencia Socialista pudo haber sido, consideramos ahora, una precipitación que nos desvió de nuestro trabajo como organización, a pesar de la alta calidad de algunas de las organizaciones y dirigentes e intelectuales marxistas que se involucraron en aquel esfuerzo.

Empero el destino de la Convergencia Socialista no estaba, ni en el MPS ni en este selecto grupo de intelectuales marxistas. Estaba en el nivel de fidelidad a la idea que mantuvieran organizaciones y dirigentes que respondieron raudos al llamado que se les hizo, sobre determinados por intereses y un horizonte ético-moral muy distintos a los del MPS y los primeros núcleos e intelectuales que se adhirieron a la propuesta, y ello determinó la deserción de algunos núcleos dirigentes, la manipulación de otros, y finalmente, la desarticulación de aquel primer intento de “alcanzar el cielo por asalto”, dando un salto enorme en la articulación que el pueblo y los trabajadores necesitaban en aquellos cruciales momentos que vivía el país y el mundo.

Visto retrospectivamente, es claro que habíamos cometido un error político sensible: aunque trabajamos duro en dirección de nuestra consolidación como partido (y prueba de ello es que en uno o dos años ya teníamos una amplia organización, diseminada en todo el país y con importantes núcleos obreros, intelectuales y juveniles) no fue esta la tarea principal que nos dimos en aquel 1980, sino que, ya entrado el año, empezamos a hacer los contactos con las direcciones de las demás organizaciones que se postulaban socialistas, con miras a proponer la creación de una corriente y un frente de organizaciones socialistas, con un programa, una estrategia, una táctica y un plan de trabajo común.